Una mirada más humana de nuestro patrimonio arquitectónico

Nota publicada en el diario El Esquiú el sábado 29 de agosto de 2020.

El patrimonio arquitectónico de la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca viene sufriendo un gran deterioro a lo largo de las últimas décadas. Se sabe que es un problema que va en aumento en ciudades con escala como la nuestra.

Los urbanitas siempre comentan, cuando desaparece una vivienda del área central, que algunas inmobiliarias u otros vecinos compran las casas y las demuelen los fines de semana, resultando así más fácil la venta de los terrenos, ya que los nuevos propietarios no tienen que cargar con el estigma de su derribo.

Para iniciar el debate en este espacio, recordamos la valiosa intervención que se le ocurrió al arquitecto Luis Grossman, quien estuvo a cargo hace unos años de la Dirección General de Casco Histórico del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Allí trabajaron en un área de la ciudad de Buenos Aires en la que viven, aproximadamente, 120.000 habitantes, en solamente dos barrios: San Telmo y Montserrat.

Grossman se explayó contando en nuestro programa de radio, la feliz idea que pudo concretar al colocar 113 bancos distribuidos en las diez cuadras que abarca la Avenida de Mayo, entre la Plaza de Mayo y la Plaza Congreso, con un diseño acorde al entorno. La gente que se sienta en estos (aún al día de hoy), obtiene vistas a las fachadas de los edificios históricos, como el Palacio Barolo, el ex La Prensa o el Pasaje Roverano, por citar algunos.

El arquitecto dijo que “la idea surgió porque siempre pensé que Buenos Aires es una ciudad poco amable con los paseantes, porque no hay bancos en las calles”. Destacamos el detalle del lado humano de la preservación: habla de los edificios no como objetos intocables, sino como si tuvieran vida y como soporte de la actividad productiva del turismo urbano.

El arquitecto mencionado, dice que: “los edificios tienen que tener vida; no hay que permitir que se conviertan en mausoleos. No hay que tener una reverencia excesiva sin tocarlos. Deberíamos ver los buenos ejemplos en el mundo de intervención en viejos edificios, con el agregado de arquitectura contemporánea. Esto pasó, por ejemplo, con el Museo Reina Sofía de Madrid”. Y termina su mensaje señalando que “hay que agiornar los edificios y que vivan el mundo contemporáneo”.

Recuerdo que, en una oportunidad, también en nuestro programa de radio, el arquitecto catamarqueño Rafael Dalmaida señaló algo, que quizás se perdió de vista: “la obra de arquitectura se defiende precisamente, protegiendo toda la ciudad”.

El arquitecto sostiene que en el caso de la calle San Martín –frente a la plaza principal de San Fernando del Valle de Catamarca– donde se ubica la casa Navarro de Caravati, se la debe considerar (si queremos analizar este ejemplo) teniendo en cuenta los otros edificios que conforman el entorno de esa cuadra, incluyendo el Cine Teatro Catamarca.

Dalmaida cree que teniendo en cuenta este patrón para la preservación, se conserva nuestra historia y nuestro estilo de vida, hechos éstos tan seductores para los turistas que visitan nuestra ciudad.

No podemos dejar de mencionar, antes de concluir esta crónica, algunas intervenciones positivas que se hicieron en nuestra ciudad en las dos gestiones municipales que precedieron a la actual, con un fuerte impacto en el sector urbano donde se hallan. Como, por ejemplo, la puesta en valor del edificio de la ex Estación Terminal de Ferrocarril, actual Palacio Municipal; y el ex edificio del Registro Civil, ahora Museo y Casa Caravati.

Está claro que siempre hace falta una fuerte decisión política, por parte de quienes fueron votados para conducir los destinos de la ciudad; y, también, conciencia emprendedora por parte de los empresarios del medio. Evidentemente estamos en presencia de un problema cultural, que debemos superar con creatividad si queremos que nuestra ciudad se desarrolle sosteniblemente gracias al turismo, una vez superada esta emergencia sanitaria.

Por Basilio Bomczuk

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