Nota publicada en el diario El Esquiú el sábado 25 de julio de 2020.
A propósito de la columna de opinión de la semana pasada, en la que abordamos algunos aspectos al considerar el nuevo enfoque de la movilidad sustentable, rescatamos el mensaje de un lector; quien expresa su deseo de que las ciudades cuenten con tranvías eléctricos.
Es curioso, pero quizás muchos no saben que Catamarca contaba con un tranvía dentro de su sistema de transporte público. Tal vez, nuestra ciudad ya tenía presente la visión de “movilidad sustentable”, que hoy queremos construir colectivamente en el pensamiento. Lo cierto es que en un principio era traccionado por caballos y luego con un motor diésel, no llegando a ser eléctrico hasta su desaparición de nuestras calles.
El tranvía, que prestó servicio desde finales del siglo XIX, en el Valle Central (lo que hoy se llama el Gran Aglomerado Urbano de Catamarca), partía desde la plaza 25 de agosto hasta Piedra Blanca. En nuestra ciudad circulaba por calles Rivadavia y República, siendo muy frecuentado por la gente que venía a la ciudad o se dirigía a Las Chacras.
El tranvía partía de la plaza 25 de agosto (Plaza de la Estación, donde hoy funciona el Palacio Municipal). A este punto focal de la ciudad llegaba el tren de carga y pasajeros que nos conectaba con las ciudades de Córdoba y Buenos Aires; además de Pomán, Andalgalá y La Rioja. Recordemos que en la ciudad de Chumbicha funcionaba un verdadero puerto seco en donde se producían todas las inter-conexiones con las ciudades mencionadas.
A partir de la Estación Catamarca, el Valle Central estaba unido por las vías del tranvía, que atravesaba innumerables barrios y poblados. El servicio tenía paradas intermedias en La Chacarita o Villa Dolores, por citar algunas. La gente llegaba a éstas desde su lugar próximo, utilizando sus propios medios: a caballo, en carretas o caminando.
En esta dialéctica entre lo local y lo global, Catamarca contaba con un sistema de movilidad que vinculaba a la ciudad con Las Chacras, con la región y el país. Era eficiente y accesible a todos los niveles socio-económicos de la población; y, por lo tanto, sustentable.
Hoy se habla de la sustentabilidad como un fetiche de moda al que hay que mencionar para que una idea sea aceptada como válida. Sin embargo, vemos cómo en nuestra ciudad, la sustentabilidad nos interpela a lo largo de la historia, ensenándonos cómo se resolvían sus problemas con sentido común.
En los últimos tiempos se citan muchos ejemplos de ciudades sustentables que son premiadas mundialmente, como es el caso de Curitiba, capital del estado de Paraná en Brasil. En ésta el sistema de movilidad, para desalentar el uso del automóvil, lo llaman “Red Integrada de Transporte” y es un referente en movilidad eco-inteligente en Latinoamérica. Exportaron la idea a varias ciudades de Colombia bautizándolo “Transmilenio” y en Buenos Aires se creó un híbrido llamado “Metrobus”.
Las viejas imágenes que vemos del tranvía que unía la ciudad con Las Chacras, recuerda la idea conceptual del “modelo Curitiba” en materia de movilidad sustentable; que bien podría considerarse a la hora de resolver el sistema del transporte público del Valle Central.
Habría que reflexionar sobre la mirada resiliente en la construcción de la imagen de nuestra ciudad. Podríamos aprovechar en nuestro presente esa fortaleza de la movilidad de un pasado en el que primaba la lógica. Es posible conjeturar que el “modelo Curitiba” -en materia de transporte- ya existía mucho antes en nuestra ciudad, sin haberse inventado aún en Curitiba.
En Catamarca, en el siglo XXI, no existe más el tranvía, pero el paradigma de movilidad que tendríamos que pensar -en forma consensuada en la Gobernanza Metropolitana del Gran Aglomerado Urbano de Catamarca- debería contemplar cómo ve la gente a todo el Territorio: como una sola entidad que necesita un sistema de movilidad sustentable; dónde el transporte público, la bicicleta y el peatón, sean visibilizados en esta complejidad.
Por Basilio Bomczuk