Unos amigos me comentaron en una oportunidad, que vivieron una grata experiencia visitando la ciudad de Paraná. “Mientras caminás por esa hermosa ciudad, podés aprehenderla…”, me dijeron. Al recorrer sus calles, no dudaron en exclamar: “¡Qué bueno… hay carteles!”
Y es que en todos los edificios –de una arquitectura neoclásica increíble– y en sus calles –con perspectivas impresionantes– se levantan estratégicamente carteles que “cuentan” qué estás viendo.
Ellos me cuentan que los acontecimientos históricos que tuvieron lugar en la Batalla de Caseros y la posterior jura de la Constitución, en Santa Fe en 1853, convirtieron a Paraná, a partir del 24 de marzo de 1854, en Capital de la Confederación Argentina.
La separación de Buenos Aires de la Confederación impidió que se estableciera en ella el Gobierno Nacional. Paraná fue designada entonces Capital de la Confederación y se transformó en centro político y cultural de importancia. La población aumentó con el aporte de los hombres, que representando a sus provincias, se instalaron en Entre Ríos. Solo existían para ese entonces el teatro, algunas casas de azotea, y otras de paja que alternaban en las dos cuadras de edificación que rodeaban a la plaza, el resto de la población se encontraba muy diseminada. Solo estaba la plaza del centro y otra más. Esta conmoción ciudadana exigió un ordenamiento de la estructura y de la actividad: se debió dar nombre a las calles y número a las casas, ensanchar las angostas calles y las veredas.
Cuatro años después de la instalación de la Confederación Argentina todo cambió: se habían levantado casas de más de una planta y las calles habían sido empedradas. Como actividad comercial pueden tenerse en cuenta los hornos de cal, de baldosas, de ladrillos y de muebles, así como también una curtiembre. Esta ciudad convivió con los ciudadanos venidos de distintas partes del mundo para hacer de relojeros, afinadores de pianos, sastres, cocheros o cocineros. Se desarrolló una intensa actividad cultural en la que los periódicos tuvieron una efectiva participación, como El Nacional, El Argentino, La Voz del Pueblo, entre otros.
Como resultado de la Batalla de Pavón, el 17 de septiembre de 1861, Paraná dejó de ser una ciudad capital de país, hasta que en 1883 fue declarada capital de la provincia de Entre Ríos nuevamente.
Al recorrer la ciudad de Paraná leyendo los carteles, mis amigos quedaron maravillados de verla con otros ojos y haber aprendido un poco de la historia con esos testigos mudos que son los edificios.
En nuestra ciudad
Siempre pensamos que en materia turística todavía nos falta mucho. Coincido con el lector que debe estar asintiendo con su cabeza en este momento. Pero seguramente notarán un cambio positivo en nuestra ciudad. Son precisamente –pensando en la ciudad de Paraná y la experiencia de mis amigos– los carteles que de a poco van apareciendo en nuestra ciudad. En las fotografías que ilustran esta nota, se pueden apreciar los dos tipos de cartelería que están instalando en nuestras calles. Los pequeños con un diseño muy simple y uniforme, ubicados generalmente en el frente de un edificio y los grandes, ubicados en espacios públicos abiertos.
Los carteles de las veredas pueden ser visualizados sin causar molestias a los peatones o ensuciar el entorno urbano. Por un lado, están los que conforman el Circuito Luis Caravati, que incluyen los edificios más importantes de la ciudad, proyectados, construidos o intervenidos por el gran arquitecto milanés, en el siglo XIX. Por otro lado, los de carácter histórico, relacionados a la época de oro de la educación catamarqueña que incluyen los antiguos establecimientos escolares del centro. Los textos relacionados con la arqueología y la naturaleza están anclados en la visión de estudiosos y pensadores como Adán Quiroga y Lafone Quevedo.
La iniciativa, que partió del Instituto Municipal de Turismo, merece el reconocimiento de los vecinos de esta ciudad. Por lo tanto debemos cuidarlos, impedir que sean destruidos. Aparentemente, los carteles han sido adoptados por la gente, ya que muy pocos sufrieron las consecuencias del vandalismo.
Los carteles están plantados allí para que los turistas que nos visitan se enteren de la ciudad en la que vivimos. Pero fundamentalmente, son para nosotros. Para que, al leerlos, nos demos cuenta que tenemos una historia interesante para contar y fundamentalmente para valorarnos y querernos un poco más en esta ciudad con nombre español (San Fernando) y apellido indígena (Catamarca)