Los estudiantes del Taller V de la Escuela de Arquitectura de La Rioja, están trabajando en una propuesta urbano-arquitectónica para la localidad de Chepes Viejo, ubicada a ocho kilómetros de la ciudad de Chepes.
Hace muchas décadas atrás, ante la negativa de los vecinos del viejo Chepes de que el ferrocarril pase por sus calles, se decidió ubicar la estación de trenes unos kilómetros más abajo. Esta medida fue fatal para el pueblo, provocando la emigración de su gente, dejando una imagen de desolación, como ocurre en muchos lugares de nuestro país. Así surgió el nuevo Chepes que hoy conocemos, transformándose con los años, en un centro estratégico que intercomunica La Rioja, San Juan, San Luis y Mendoza.
Los jóvenes estudiantes deben intervenir en lo que queda de la plaza del Chepes Viejo y rescatar los valores que se han olvidado y tratar de insertar a este pueblo dentro de una propuesta de ordenamiento territorial que involucra a otras poblaciones de la región.
Es así que, entre todas las alternativas que se debaten en el taller, está un modelo de poblado del que mucho se habla en el mundo desarrollado, a propósito de la crisis que están viviendo sus habitantes, y que son los denominados “pueblos de transición”
Una idea adelantada
Creemos que el petróleo nunca se va a acabar y que el crecimiento económico será para siempre. Pero lo cierto es que el “oro negro” algún día será escaso y que para extraerlo se requerirá de mucho dinero y consumo energético.
Ante esta realidad han surgido una serie de colectivos que trabajan en la idea de barrios, pueblos, comunidades o ciudades “en transición”. Éste es un movimiento internacional de personas que, ante el previsible fin del petróleo y la amenaza del cambio climático, han empezado a organizarse en sus municipios y localidades para hacerles frente y ser autosuficientes. Pero este modelo bien puede aplicarse en aquellos pueblos que buscan su desarrollo ya que, su “idea fuerza”, es conseguir que esta red de personas se comuniquen y compartan experiencias.
Los que defienden estas propuestas, creen que la gente puede ser feliz valiéndose de la vida en comunidad, pensando en el bien común y en sociedad. Para concretar este sistema, es necesario que “funcione” en la persona, por ello es importante el trabajo en materia de educación ambiental.
Sostienen que la humanidad está viviendo tiempos de cambio y… ¿por dónde comienzan los cambios? Pues, por los hábitos de consumo y de producción económica. Los que adhieren a esta filosofía creen que lo que se viene será muy difícil, muy duro, pero que es una gran oportunidad para que los pueblos puedan adaptarse a esta transición.
Con el lema “hay que experimentar” creen que los modelos de desarrollo actuales pueden ser refutados. “Vivir 40 años para pagar la hipoteca de tu casa no tiene sentido…” sostienen los jóvenes que impulsan este movimiento.
El enlace del mundo rural y urbano es el ideal que tienen en mente y que, en casi cien casos conocidos en el mundo que han probado esta experiencia, demuestran que es posible. No se transforman en guetos, sino que buscan la integración con lo que ya existe en el territorio y así propenden a un “efecto contagio” con el resto.
En estos momentos es complicado hablar de propuestas de este tipo, sobre todo en América Latina donde se vive una época de bonanza económica, que anestesia a la clase media con el consumo en cuotas. Pero los coletazos de la crisis europea, algún día llegarán… La clase política debería adelantarse “imaginando” un mundo mejor para los pequeños pueblos que están desapareciendo, promoviendo una actitud emprendedora.