El 1 de julio se celebra el Día del Arquitecto. Esta fecha nos lleva a reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos los arquitectos en la creación de los espacios que la gente usa en nuestras ciudades.
En las últimas semanas se habla entre los jóvenes de nuestro medio que están tomado la decisión de seguir estudios superiores, sobre la posible implementación de la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de Catamarca.
El rector de la Casa de Altos Estudios, ha manifestado que la carrera está siendo sometida a evaluación definitiva de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), con lo cual hay buenas probabilidades de que pueda ser dictada desde 2018.
Como los arquitectos pensamos e imaginamos también los espacios donde sucede la vida universitaria -más específicamente en nuestro caso las aulas y los talleres de Arquitectura donde los jóvenes recorrerán el camino de su formación profesional- es que nos permitimos proyectar una opción que salga de los parámetros burocráticos normales del sistema.
Precisamente, uno de los aspectos que se tienen en cuenta al crear una nueva carrera universitaria es el concerniente a los espacios físicos que se destinan a las aulas para el dictado de las materias. En el caso de Arquitectura, donde se “aprende haciendo” y se “reflexiona en el hacer”, los talleres cobran una gran importancia.
Es obvio que los talleres de arquitectura han cambiado, “adaptándose a los nuevos tiempos”, como decía Mies Van Der Rohe. Si consideramos que, hoy en día, con la incorporación de la informática, un arquitecto puede, por ejemplo, trabajar desde la cocina de su casa; resulta comprensible como los estudiantes ya no establecen la relación con sus pares y docentes en las aulas como antes.
Es cierto que en las universidades existen acuerdos pre-establecidos, en el clima de la burocracia imperante en sus instituciones, pero, también, entendemos el contexto pedagógico en el que se da la formación de un arquitecto en nuestros días.
Es por eso que, quizás, podemos imaginar una carrera de Arquitectura en nuestra ciudad sin la necesidad de construir aulas, como tradicionalmente las conocemos, en la que estudiantes y docentes puedan establecer el vínculo para pensar y aprender arquitectura.
En la ciudad de Catamarca y usando la creatividad vemos que disponemos de muchos espacios que podemos adaptar, claro está, si entendemos que existe la mirada de la deconstrucción del aula en este siglo XXI.
¿Por qué agrupar a todos los estudiantes en un solo lugar de la ciudad? ¿Por qué no podrían dictarse algunas materias teóricas en los anfiteatros que ya se disponen en algunos sectores de la ciudad? ¿Por qué no podrían experimentar en talleres ubicados en espacios más descontracturados ubicados en otro sector de la ciudad, distinto al de las aulas?
Aquí podemos citar los siguientes casos de posibles aulas para las clases magistrales (aunque ya no deberían llamarse así), como el Teatro Urbano Girardi, el Cine Teatro Catamarca, la Sala Exequiel Soria o el anfiteatro que se encuentra en el Centro Sanitario que diseñó el arquitecto Mario Roberto Álvarez, acondicionándolo debidamente.
También podemos mencionar las posibilidades donde se desarrollen los talleres que se necesitan, como alguno de los pabellones del CAPE o de la ex Estación del Ferrocarril, sólo por citar dos ejemplos, cuando hay muchas opciones que no enumeramos. En el espacio destinado a los talleres podría funcionar contiguo, tal vez, el corazón académico y administrativo de la carrera.
El lugar destinado a los Talleres, seguramente los mismos estudiantes los pondrían en condiciones, de acuerdo a sus necesidades e inspirados por sus docentes. Sería la primera experimentación que harían del uso variable y flexible de espacio, ya que los talleres de arquitectura no necesitan categóricas divisiones, porque es bueno que el estudiante novato aprenda haciendo junto al avanzado.
¿Podríamos imaginarnos entonces, que los estudiantes cursen la Carrera de Arquitectura de nuestra Universidad Nacional, en espacios que ya existen en la misma ciudad de Catamarca y que podrían adaptarse a tal fin?
¿Podríamos imaginarnos a la ciudad de Catamarca como un gran espacio de aulas y talleres en el que el estudiante de Arquitectura al recorrerlo se podría sumergir y comprender la complejidad de la arquitectura?
El estudiante de arquitectura al desplazarse por la ciudad para asistir a sus clases y experimentar en los talleres, tomaría contacto cotidianamente con su paisaje natural y cultural. Y es que todavía tenemos presente la huella del arquitecto Luis Caravati, quien diseñó y construyó con sus edificios, una ciudad como la nuestra. ¡Qué mejor aula a cielo abierto que la ciudad que Caravati creó con tanta coherencia y que, a pesar de tanta destrucción, aún al día de hoy, podemos percibirla!
Si consideramos que en la formación de los futuros arquitectos egresados en la UNCA deberá tenerse en cuenta la mirada de la Arquitectura del Ambiente, estaría bueno animarse. Sería una excelente oportunidad de demostrar que se pueden pensar otras alternativas pedagógicas.
El docente y divulgador de filosofía Dario Sztajnszrajber sentencia que el aula murió, que perdió su erotismo: “El aula ha muerto significa que un grupo de WhatsApp es aula, que una discusión en la calle es aula. Ya no tiene lógica la idea del disciplinamiento con el aula como lugar de reclusión, que no significa que no exista, pero sí que hay una fisura interesante para pensar. Hoy tenemos chicos del Siglo 21 con docentes del siglo 20 en aulas del siglo 19. El aula perdió su erotismo, lo que no significa que los jóvenes no tengan deseo por el conocimiento”.
A una sociedad como la nuestra, con ciertos matices conservadores aún presentes en la actualidad, le hará muy bien contemplar la posibilidad de que los estudiantes de la carrera de arquitectura, futuros planificadores de su espacio urbano, la recorran, la dialoguen, la caminen mientras construyen su cosmovisión. Sería muy sano para el futuro de la sociedad que vive en nuestra ciudad que la universidad pública lo visualice. Sería de avanzada…
Basilio Bomczuk.
Nota publicada en la Revista Express, en su edición del 2 de julio de 2017.