El próximo sábado 8 de noviembre se celebra el Día Mundial del Urbanismo. La iniciativa, que parte del ingeniero argentino Carlos María Della Paolera, consiste en crear la conciencia de habitar en ciudades con ambientes sanos y gratos.
Erróneamente siempre se criticó al Movimiento Moderno –y a los arquitectos Mies van der Rohe, Le Corbusier o Frank Lloyd Wright– de destruir las ciudades históricas, cuando en realidad ellos estaban en contra de la ciudad industrial–especulativa y no contra la ciudad tradicional. Urbanistas, como Ludwig Hilberseimer o el mismo Le Corbusier con sus ideas, son cómplices con la historia y están en contra de la ciudad especulativa.
El 8 de noviembre es un día en el que se reconoce y promueve el rol de la planificación en la creación de comunidades sustentables. Este día presenta una excelente oportunidad para visualizar la planificación, apelando a la conciencia de los ciudadanos y las autoridades públicas, al llamar la atención al impacto ambiental que produce el desarrollo de ciudades y territorios.
Generalmente los arquitectos recurrimos a teorías sobre cómo afrontar la solución de los problemas urbanos de una ciudad, cuando deberíamos recuperar una actitud muy simple, que parece que hemos perdido: “mirar”. Deberíamos pues, analizar las ciudades desde la percepción y el sentido común. Tendríamos que recobrar la condición básica de “hacer ciudad”, pensando en los edificios que proyectamos, no como objetos en sí mismos, sino integrados al contexto urbano en el que nos toca actuar.
Esto es lo que hace el arquitecto Luis Caravati, cuando llega a Catamarca en 1857. Mira, analiza el medio natural y cultural en el que va a desarrollar su talento. Es así como este arquitecto puede llevar a cabo una tarea urbanística que marca a fuego San Fernando del Valle de Catamarca. El proyecto de ciudad que ve concretar a lo largo de los años, se basa, sin lugar a dudas, en principios básicos de sustentabilidad. No destruye lo que encuentra. Entiende la cuadrícula fundacional española y la tiene en cuenta para hacer arquitectura.
En esta fecha tan especial para las ciudades, conviene reflexionar que este arquitecto inmigrante “diseña y construye” la ciudad de Catamarca. La coherencia y homogeneidad en el paisaje urbano de la ciudad y que pueden percibir los vecinos que vivieron a fines del siglo XIX –y que vemos en una de las fotografías que ilustran esta nota– es, a no dudarlo, la obra de un arquitecto involucrado con su ciudad. Algo que deberíamos recuperar los arquitectos que nos toca actuar en este siglo XXI, honrando así a Caravati.
Los arquitectos y el urbanismo
Los arquitectos tenemos una gran cuota de responsabilidad en el mejoramiento de las ciudades. El profesional que está a cargo de una oficina de planeamiento urbano, en cualquier ciudad de nuestro país, debe participar e inducir con sus conocimientos en las reuniones del gabinete municipal y ser la mano derecha de un intendente, ya que las decisiones en planificación son vitales para una mejor calidad de vida de los vecinos.
El profesional–funcionario de planeamiento, jamás debe permitir que su área sea des–jerarquizada, pasando a ser una oficina más del organigrama de cualquier gobierno municipal. Es su obligación tender a que el planeamiento sea considerado una cuestión de Estado municipal. Si así no lo hiciere, estaría traicionando los preceptos básicos del urbanismo moderno y siendo indigno con la profesión.
Por otro lado, el arquitecto–funcionario de planeamiento, debe rodearse de los profesionales e instituciones que le harán ver (crítica mediante) los defectos y las virtudes de sus propuestas. Su función no deberá estar basada en inseguridades y celos personales.
Con estas premisas básicas, el profesional–funcionario de planeamiento, será rápido y eficiente en las decisiones que día a día se deben tomar en una ciudad en el marco de un plan urbano–ambiental democrático, en el que todos los vecinos estén convencidos.
Por otro lado, es condición fundamental, que los colegios profesionales de arquitectos del país, deben guardar autonomía y gozar de independencia absoluta para criticar, lo bueno y lo malo, de las gestiones municipales en materia de urbanismo. Es absolutamente inmoral y anti-ético pretender convencernos los arquitectos como algo normal, que funcionarios de cualquiera de los tres Estados ocupen cargos en las comisiones directivas. Así, jamás serán independientes. Las instituciones, en estos casos, corren el riesgo de caer en un tobogán de decadencia, que a la larga perjudica la imagen misma de los arquitectos.
Los arquitectos debemos tener conciencia urbanística y debemos tener la capacidad de ver la universalidad del problema urbano, por lo tanto, es obvio, que debamos tener independencia de pensamiento.
¿Estamos los arquitectos en condiciones de poder celebrar este Día Mundial del Urbanismo sin culpa alguna por las omisiones cometidas?