Nota publicada en el diario El Esquiú el sábado 24 de octubre de 2020
La ciudad de SFVC (San Fernando del Valle de Catamarca) seguramente era más linda de lo que es hoy en día. Dicho esto, por la forma en que juzgan nuestros vecinos las fotografías de los primeros años del siglo XX, comparándolas con las de los primeros años de este siglo XXI. Pero aún así, en la actualidad, cuando llegan visitantes, perciben que nuestra ciudad es distinta. Es que todavía puede leerse, a pesar de todo, la coherencia de lo que fue su paisaje urbano en el contexto cultural de su época.
Cuando Caravati llega a Catamarca, interpreta la cuadricula fundacional y a los originarios que vivieron en esta tierra. Descifra el sistema natural en el que la ciudad está inserta. Sin darse cuenta, pero con excelente criterio intuitivo, hará que sus obras jueguen en el espacio.
Si tomamos como punto de partida la llegada del arquitecto Luis Caravati a la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca en 1859 hasta su muerte en 1903; entendemos que, en el área central de la ciudad, es posible hacer una clasificación de sus intervenciones en edificios religiosos, institucionales, escolares, de la salud, para el equipamiento urbano y viviendas.
El Paseo de la Alameda era el lugar de encuentro de la sociedad catamarqueña. El lago planteado por él sirve, también, para proveer racionalmente el agua a las fincas que se encuentran en los corazones de manzana de la cuadrícula urbana. Caravati interviene en este espacio público y antes de acabarlo le encargan la construcción de la Casa de Gobierno. Y mientras hace esta obra ya le confían terminar la Catedral Basílica.
Cuando el arquitecto diseña el atrio de la catedral, expresa, con su materialización constructiva, que ningún edificio ubicado en esa cuadra deberá discrepar con las alturas del acceso al templo religioso.
Las mismas reglas fija cuando construye la Casa de Gobierno, desde el primer edificio de una sola planta en 1857, pasando por la edificación de la planta alta que existe hoy, hasta las dos ampliaciones que se pueden ver sobre calle República. Nadie imagina que todos esos edificios, son uno solo; aquí está escrito tácitamente un código de edificación a respetar.
El arquitecto italiano, diseña la ciudad de SFVC. Lo hace intuitivamente. A medida que se va vinculando con la sociedad de la época y le son encomendados una serie de edificios, elabora, sin querer, un plan urbano ambiental para la ciudad que no necesita ser escrito en papel, ya que lo hace en la obra misma.
Circulando por las calles, se percibe un paisaje urbano homogéneo, dado por la altura, la escala y la proporción de las fachadas. En las plazas y paseos hay árboles; son los espacios para el encuentro, en los que hay vida pública.
La introspección está en los corazones de manzana, por donde circula el agua. Allí hay árboles frutales, vid, animales domésticos que ayudan al sustento alimenticio familiar. Allí hay vida privada; está el espíritu de comunidad.
Los edificios de Caravati tienen color, aunque no podamos comprobarlo, ya que sólo los conocemos a través de las fotografías en blanco y negro de la época. Trabaja con el color la idea de “figura y fondo”. Sólo el edificio de la Catedral Basílica puede tener un tratamiento uniforme en el color, enfatizando así su originalidad en la ciudad.
El arquitecto inmigrante “diseña y construye” la ciudad de Catamarca. Y por más que hayan intervenido otros arquitectos, constructores y albañiles de la época en innumerables edificios… Él los hizo. Todos aprenden a construir como este arquitecto italiano, quien estudia arquitectura en la Academia de Arquitectura de Brera, en Milán. La coherencia y la homogeneidad en el paisaje urbano de la ciudad y que pueden percibir los vecinos que vivieron a fines del siglo XIX es, a no dudarlo, “La Escuela de Caravati”.
Por Basilio Bomczuk, arquitecto