En el afán de contribuir con ideas –como todos los vecinos de esta ciudad– quiero hoy contarles una experiencia que me contaron unos amigos cuando visitaron Curitiba.
Algunos dirán: “otra vez con Curitiba… no queremos ejemplos foráneos…” Pero está bueno analizar qué hicieron en otras ciudades para ver, precisamente, si podemos aprender de ellas la forma de abordar la problemática turístico-urbana.
Sigo sosteniendo que esta ciudad brasilera es un ejemplo en América del Sur sobre lo que deberíamos hacer para planificar una ciudad. De paso, comento que no hay que pensar, que porque allí llueve mucho o nos superan enormemente en cantidad de habitantes, no es conveniente compararlo con nuestra geografía. Todo lo contrario, no es conveniente hacer esta simplificación, si queremos cambiar la mentalidad en algunas cosas. Precisamente, lo que debemos rescatar es “el concepto” sobre cómo ellos solucionaron los problemas de la ciudad e hicieron camino a lo largo de años de construcción de ciudadanía.
Volviendo a la experiencia de mis amigos, me contaron en una oportunidad que, visitando la ciudad, pudieron subirse a un ómnibus que los llevó a recorrer la misma. Pero el sistema era absolutamente flexible, es decir, podían subir y bajar del micro las veces que quisieran y recorrer así el atractivo turístico de la ciudad: sus parques.
El recorrido completo, sentado en el bus, es de casi dos horas. El boleto que se compra en cualquier agencia de viajes (leyeron bien: en cualquier agencia de viajes) o en la unidad misma –con el riesgo en este caso, de no contar con un asiento– les permite a los visitantes usarlo durante dos días. Y es que la gente puede recorrer, una vez que baja en una parada, el tiempo que quiera, el lugar que quiera…
Este ejemplo suena interesante para aplicarlo en nuestra ciudad. Quizás el municipio podría poner una unidad a disposición de los turistas, con un buen ploteado en su carrocería, enfatizando los slogans “capital de montaña” o bien “una ciudad con nombre español y apellido indígena”
Con la contribución del sector privado, contaría con el combustible necesario para hacer dos recorridos al menos, uno a la mañana y otro a la tarde. El circuito se lo podría armar en base a los distintos espacios públicos emblemáticos de la ciudad, el patrimonio arquitectónico –fundamentalmente de Caravati– y las vistas que se tienen de la ciudad desde El Jumeal, por ejemplo.
En una etapa posterior, cuando el proyecto se auto-gestione, producto del uso que le darían los turistas o los vecinos que contribuyan con el pago del ticket, el emprendimiento estaría en condiciones de funcionar autónomamente.
Un guía en su interior, podría ir contando los lugares por los que se desplaza el vehículo y permitir el descenso de pasajeros que, quizás, quieran quedarse en algún lugar determinado.
Los mismos vecinos de la ciudad podrían usarlo para conocer las curiosidades de nuestra ciudad y “aprender a ver” nuestro medio natural y cultural para concientizarnos de lo que tenemos.
Esto que les cuento a los lectores, no lo inventaron en Curitiba. En muchas ciudades existe y es absolutamente un éxito. Permite que la gente “viaje” por la ciudad.
El miedo paraliza…
Un dirigente del medio, señalaba luego de la finalización del taller de concientización turística que hicimos con ellos el viernes 23 de mayo pasado, que estábamos “avivando” a los taxistas al ayudarles a darse cuenta sobre cómo brindar información al turista, ya que de esta manera les quitarían trabajo a las agencias de viaje, que eventualmente, podrían vender un circuito turístico urbano a los viajeros.
Mi modesta opinión es que no es así, al contrario. Las agencias mismas podrían vender el servicio a los turistas en los horarios que no están asignados a tareas de concientización y así de esta forma ofrecer un interesante producto. Todos salimos ganado, hay mercado para todos señores. No hay que ponerse celosos… No hay que tener miedo a la competencia. No toda la gente que nos visita está en condiciones de pagar un taxi. Además, muchos turistas quieren vivir la experiencia de la gente de una ciudad usando los medios de transporte colectivos. ¿O no hablamos muchas veces que el turista va a un lugar a vivir experiencias?
Cuando vemos en otras ciudades del mundo cómo hacen para ingeniárselas y ofrecer productos turísticos urbanos, realmente no hay límites para la imaginación.
Un ejemplo: el festival de cine en San Luís. Otro ejemplo: el concurso de ambientación de patios andaluces en la ciudad de Córdoba en España. No sigo, simplemente, porque no me alcanza el espacio de esta columna…
No, no hay que tener miedo, hay lugar para todos. Un sistema de recorrido de la ciudad con un bus turístico, sería una experiencia de avanzada en la ciudad. Tenemos un destacable patrimonio arquitectónico para mostrar y también un maravilloso patrimonio natural. ¿Quién no se sorprendería gratamente con ver la ciudad desde El Jumeal? Si las laderas del Ancasti cambian de color y textura a lo largo del año y del mismo día, como un hermoso telón de fono, cual puesta escenográfica.
No tengamos miedo… Hagámoslo… Todos ganamos.